HIGHLINE SIERRA NEVADA
 
    Foto: KIRO    
             
Un relato de la expedición
Por Carolina Tobón
             
  La expedición Highline Sierra Nevada compuesta por el colectivo Los Funambulantes (Diego Cortés, Kiro, Juan Camilo Rodríguez y Carolina Tobón) y por un excelente grupo de apoyo (Santiago Contreras, Manuel Rodríguez, Julián Manrique, Federico García, Adriana Díaz y Sebastian “el alemán”) emprendió su viaje el 30 de diciembre del 2012 con destino a la Sierra Nevada de El Cocuy, Güicán y Chita. Para este equipo ansioso del viaje, con el final del año encima y el nuevo comenzando con una aventura de highline en la alta montaña colombiana los contratiempos no se hicieron esperar: a poco tiempo de la salida nos enfrentamos con una apretada situación respecto al volumen y peso de la gran cantidad de equipaje que llevábamos entre indumentaria de montaña, equipo de escalada, de highline y alimentación para una numerosa expedición. Finalmente, el contratiempo fue solucionado y el 31 de diciembre de 2012 el equipo de avanzada se encontraba ya en El Cocuy.    
    Foto: Santiago Contreras  
             
    Slack Pre-Highline. Foto: Federico Garcia    
             
   

Pasamos el final del año en la hacienda La Esperanza y el 1 de enero de 2013 partimos hacia la Laguna Grande de la Sierra. Nuestros primeros días fueron de aclimatación, exploración y porteo de material hasta el punto que habíamos seleccionado para realizar el montaje del highline. Entre el pico Portales y el Toti, se abre un boquerón enorme a casi 4900 msnm y entre sus heladas paredes visualizamos una línea de casi 45 metros de longitud. Las posibilidades no eran muchas debido a la longitud del boquete y sus delicadas paredes de piedras gigantescas acomodadas en precario equilibrio. El paisaje se presentaba imponente con los Cerros de la Plaza, La piedra del Diamante y la hermosa laguna de La Plaza como telón de fondo.

Después de dejar el material de escalada y del highline cerca del punto escogido, nos concedimos un día de descanso y slackline en el campamento, algo de boulder y puesta a punto de nuestro equipo de grabación para el día siguiente encaminarnos hacia el boquerón y rapelar para instalar los anclajes del highline. La operación de pasar la cinta de un lado a otro y montar el sistema de tensión fue bastante complicada por el inclemente viento que se venía intensificando desde el día 5, haciendo del clima soleado un ambiente helado y hostil, era un encuentro intenso con la montaña. El día siete pudimos tensar la cinta por primera vez y ahí comenzó una batalla de resistencia y espera acechada por el incesante viento.

   
             
    Foto: KIRO    
             
   

Caminar sobre el vacío a cientos de metros de altura en una cinta de una pulgada de ancho y casi 45 metros de largo a unos 4900 msnm en un lugar tan intimidante como espectacular se convertía para nosotros en un reto tangible que se complicaba infinitamente con la intensidad de los fuertes vientos que nos azotaron por esos días. Fuertes y fríos vientos que parecía que arrancarán las carpas, ráfagas afanadas que nos empujaban cómo queriéndonos devolver entorpeciendo la peregrinación diaria y ya de por si extenuante por los tres kilómetros y medio de morrena que separaban el highline del campo base. Cada día se convirtió en una larga espera de una tregua del viento para poder hacer algún intento breve. El tiempo comenzaba a apretar y el esfuerzo físico a sentirse cada vez más cómo una lucha contra el incesante rugido de la montaña haciendo de esta aventura una experiencia sobre la perseverancia.Esta batalla con el viento no daba tregua. Después de otra larga tarde de espera decidimos abandonar el lugar y desplazarnos al vivac planeado suplicando al cielo y a la montaña un mejor clima.

 
      Foto: KIRO
     

 

 
Foto: Julian Manrique
 
   

El día nueve había llegado, nos quedaban únicamente dos días para intentar cruzar la línea. A pesar de nuestras oraciones una vez emprendimos la marcha hacia el highline comenzó a soplar y no se detuvo más. Tuvimos una mañana soleada pero con fuertes ráfagas de viento constante e incesante que hicieron subir rápidamente las nubes que veíamos al horizonte en los llanos orientales. Al medio día la inmensidad del lugar se cubría parcialmente de nubes, a las tres de la tarde las nubes nos cubrían por completo. Decidimos quitar la tensión de la línea y bajar al campamento para al día siguiente hacer nuestro último intento rogando que cesara el viento. Este día había sido una confrontación muy fuerte con el logro de nuestros objetivos, una mezcla de frustración y optimismo por las condiciones hostiles que imponía la montaña. Todavía nos quedaba un día para intentar.

El día diez emprendimos nuevamente el camino al highline motivados y confiados en que el clima nos ayudaría, y aunque no paró de soplar, el clima estuvo un poco más agradable, menos frío que los días anteriores. Diego pudo realizar muy buenos intentos sobre la cinta, caminando lo posible una y otra vez hasta agotarse haciendo frente al despiadado viento y superando con seguridad y tenacidad sus límites físicos y mentales. Kiro y yo intentamos de nuevo caminar pero una vez lográbamos pararnos sobre la línea, antes de dar siquiera el primer paso ya el viento nos enviaba al vacío. Cada intento era desgastante y agotador para la mente y el cuerpo, sin embargo la sensación de lucha nos motivaba, era el último día, todo o nada. A las 3.30 de la tarde del día diez después de haber dado todo lo que teníamos, decidimos desmontar el highline. El tiempo se acabó, no logramos cruzar la línea.

   
             

Foto: KIRO

             
   

Habían sido días duros y agotadores de trabajo: varias horas de peregrinación diaria por la agotadora morrena con vientos tan fuertes que detenían la marcha, descensos vertiginosos por cuerdas y ascensos en terrenos delicados, de resistencia mental, de esfuerzos físicos, de paciencia en la larga espera haciendo frente a las condiciones hostiles que imponía el viento. La sensación de haber logrado llegar hasta allí y realizar un montaje de highline en esas condiciones nos llenó de alegría y motivación para ir hasta el límite. La línea de mayor altura de Colombia quedó abierta, ahora hay que entrenar y volver para encadenarla, trabajar duro para crecer el Proyecto Highline y seguir soñando que se puede caminar en el aire.

La montaña nos habló, se impuso frente a nuestras ambiciones y nos invitó a volver. El highline requiere dedicación, entrega, paciencia, fuerza, disposición física y mental y esta experiencia nos ayudó a mostrarlo, nos llenó de aprendizaje y nos motiva a continuar, a enfrentar cada obstáculo con paciencia y optimismo y a seguir adelante en el logro de los objetivos propuestos. Con seguridad volveremos, más preparados y más motivados a cruzar el primer highline de alta montaña en Colombia.

Agradecemos a Mono Dedo, a Muñoz Ingeniería, a X-ploremos, a la Fundación Fernando González-Rubio y a todos los que de alguna manera nos apoyaron y creyeron en este grupo de deportistas amantes del highline, de las montañas y de la escalada. Continuaremos con éste y con más proyectos a nivel nacional e internacional y esperamos seguir contando con su apoyo.

   
         
       
         
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